jueves, 9 de julio de 2009

“Ensayo sobre la comunicación no verbal”

Muchas veces nuestros gestos, movimientos, el tono de voz, nuestra ropa e incluso nuestro olor corporal también forman parte de los mensajes cuando nos comunicamos con los demás, es decir no solo con palabras podemos dar a conocer algo, por ejemplo: el nerviosismo, temblor en las manos, sudoración, confusión y torpeza son síntomas de estrés ante una situación comprometida.
El lenguaje no verbal es en parte innato, en parte imitativo y en parte aprendido. Generalmente, distintas áreas del cuerpo trabajan unidas para enviar el mismo mensaje.
Frecuentemente, el efecto de este lenguaje corporal tiene lugar a nivel inconsciente, de manera que, después de estar sólo un par de minutos conversando con alguien a quien acabamos de conocer, podemos llegar a la conclusión de que esa persona nos gusta o nos atrae, sin que podamos explicar el motivo exacto. Lo más que podemos decir es "tiene algo que me gusta". Ese "algo" procede, casi con toda seguridad, de lo que su lenguaje corporal nos ha transmitido. Y, a la inversa, cuando hablamos con alguien es posible que le estemos diciendo mucho más de lo que creemos. De este modo, nuestras emociones se ven influidas por otras personas sin necesidad de decir una sola palabra, pues puede bastar una determinada postura, mirada y gesticulación para hacernos sentir incómodos, nerviosos o enfadados, o bien alegres, joviales y optimistas. Claro que, esto no quiere decir que nuestro interlocutor vaya a captar toda la información que estamos transmitiendo; el grado en que lo haga dependerá de lo bueno que sea a la hora de interpretar este lenguaje y de la atención que nos esté prestando.
De esto podemos decir que las palabras transmiten el 7% del mensaje, el tono de voz un 20 o 30% y el lenguaje corporal un 60 u 80%, por lo tanto casi el 93% del mensaje es comunicación no verbal.
Entonces muchas veces en nuestras comunicaciones que tenemos con los demás nuestras palabras simplemente salen sobrando y es que basta con una simple mirada para expresar miles de cosas que podemos sentir.

domingo, 5 de julio de 2009

DICCIONARIO PANHISPANICO



Con la edición de este diccionario, la Academia (junto con las demás academias de la lengua española) ha tratado de cortar de un solo tajo el nudo gordiano en el que se entrelazaban muy distintos tipos de inseguridades lingüísticas de los hispanohablantes.
En primer lugar están los variados problemas que tratan los “diccionarios de uso” y los libros de estilo de medios de comunicación. Por ejemplo: acentuación (¿gurú o guru?), formación de plural (¿caracteres o carácteres?), género (¿el o la duermevela?, ¿existe cancillera?), proximidad de forma (infringir/infligir), complementos pronominales (¿su padre la pegaba o le pegaba?), verbos irregulares (¿cimentar o cimientar?), construcción preposicional de verbos o sustantivos (gusto por, para, de), etc. También están las dudas sobre ciertos nombres de lugar: ¿Fiyi, Fiji o Fidji?, y ¿cómo se llaman sus habitantes?
Lo novedoso de esta obra es que para abordar un notable conjunto de cuestiones se ha tenido en cuenta sistemáticamente el español de América Latina. En pronunciación: guión se reconoce monosílabo en México y Centroamérica y bisílabo en el resto; léxico: la w se llama uve doble, doble ve o doble u, según los lugares; o régimen preposicional: informar de que en España e informar que en casi toda América. Aparecen normalizados temas centrales como el seseo —que con su predominio americano y peninsular meridional resulta mayoritario en el español— o el voseo. Así, la pronunciación de íncipit figura como [ínsipit, ínzipit] (¡primero la forma con seseo!), y la conjugación de ser comienza: “soy / eres (sos)”. Esta última medida es revolucionaria incluso para América, en cuyo sistema educativo y lengua escrita el voseo sólo ha tenido una entrada muy reciente.
El aspecto negativo de esta actitud abierta es que, paradójicamente, el presunto carácter normativo de la obra se resiente. Como ha explicado muy bien José Martínez de Sousa, las obras estrictamente normativas de la Academia son su Diccionario, la Ortografía y la Gramática, con las que el DPD (en la sigla que ya se ha consagrado) entra a veces en conflicto. Y sobre todo: este diccionario con mucha frecuencia no toma partido por una forma (no es normativo, en sentido estricto), sino que más bien es descriptivo, levantando acta de diversos usos, sin decantarse por ninguno .

LA REAL ACADEMIA DE LA LENGUA ESPAÑOLA (RAE)


La Real Academia Española (RAE) es un organismo que se dedica a la elaboración de reglas normativas para el español y a trabajar por la unidad del idioma en todos los territorios en los que se habla, en coordinación con las restantes 21 Academias nacionales. Estas normas se ven plasmadas en el Diccionario de la Real Academia Española (DRAE) y recoge tanto gramática como ortografía.
Se fundó en 1713 por iniciativa de Juan Manuel Fernández Pacheco, marques de Villena y duque de Escalona. Felipe V aprobó su constitución el 3 de octubre de 1714 y la colocó bajo su amparo y Real Protección.
Su propósito fue el de fijar las voces y vocablos de la lengua castellana en su mayor propiedad, elegancia y pureza. Se representó tal finalidad con un emblema formado por un crisol en el fuego con la leyenda Limpia, fija y da esplendor, obediente al propósito enunciado de combatir cuando alterara la elegancia y pureza del idioma, y de fijarlo en el estado de plenitud alcanzado en el siglo XVI.

La institución ha ido adaptando sus funciones a los tiempos que le ha tocado vivir. Actualmente, y según lo establecido por el artículo primero de sus Estatutos, la Academia tiene como misión principal velar porque los cambios que experimente la Lengua Española en su constante adaptación a las necesidades de sus hablantes no quiebren la esencial unidad que mantiene en todo el ámbito hispánico.
Su sede está en Madrid pero tiene filiaciones con las academias nacionales de los 21 países hispanohablantes. Todas juntas forman la Asociación de Academias de la Lengua Española.
Los dos edificios en donde desempeña sus funciones la RAE son la sede principal, inaugurada en
1894, en la calle Felipe IV, 4, en el barrio de Los Jerónimos, y el Centro de Estudios de la Real Academia Española, en la calle Serrano 187-189, en 2007.